jueves, 16 de octubre de 2014

Don Diego

Todavía hoy, diez días ya después del “suceso”, sigo teniendo los pelos de punta. ¡Joder qué subidón! (Con perdón). Me refiero, como no podía ser de otra manera, a la actuación de Diego Urdiales -para mí desde hace mucho tiempo don Diego-, el pasado día 5 de octubre en Las Ventas. Ya lo hizo en San Isidro y más recientemente en Zaragoza lo volvió a hacer para aquellos que aún tuvieran dudas. Lo de Diego estos últimos días ha sido de reventón. Por todo. Por pureza, por torería, por valor, por verdad, por emoción... En fin..., por el Toreo. Y es que muy pocas veces se ha visto un torero tan puro. Diego, que ya pinta canas en esto puesto que lleva 15 años de matador de toros, lleva toda su vida taurina con el mismo concepto del toreo. Ese que tan poco se ve hoy en día y que no está de moda. Ese que repudian algunas de las principales figuras del toreo actual. Su carrera ha estado llena de altibajos, con momentos de ostracismo y otros, como el actual, de triunfo y plena vigencia. ¡Qué necesitados estamos de toreros puros! No lo sabe nadie. Y, como digo, hoy más que nunca. Sólo hay que observar a la mayoría de los chavales que empiezan. Casi todos, en su afán por imitar el toreo de los principales matadores del escalafón, muestran un rosario de ventajas que no se ajustan a lo que debe ser el toreo de verdad. Suertes descargadas, piernas retrasadas, cites fuera de cacho, distancias abismales entre toro y torero...Pocos aspirantes a torero hay que tomen como ejemplo, por ejemplo, a Diego Urdiales. Un torero que no esconde nada y que pone su menudo cuerpo al servicio del toreo caro. Lo de Diego en Madrid y recientemente en Zaragoza ha sido toda una eclosión. Un acontecimiento. Pero, ¿por qué? Pues sinceramente porque nos ha dado jamón de pata negra para quitarnos el puñetero choped que nos dan día tras día. El aficionado está muy harto de ver un toreo ventajista y de mando a distancia, un toreo monótono y repetitivo. El diestro de Arnedo ha mostrado un camino muy distinto del habitual. Un camino poco explorado que ha impactado a los aficionados, como digo, cansados de ver siempre lo mismo. Y a ese clavo se han agarrado para darle sentido a esto. Y es que Diego torea muy puro, con las yemas de los dedos. Carga la suerte, ofrece los muslos. Se cruza con “Isleros”, como diría Sabina. Tiene torería, es artista y pinturero. En definitiva, lleva quince años siendo un torero distinto a casi todos. Y eso, a veces, revienta en alguna plaza de importancia y pone a todo el mundo de acuerdo. Diego es el hijo pródigo del toreo que todo padre está deseando volver a ver. Quizá exagere un poco, pero es la consecuencia de no poder apartar de mi cabeza cuatro naturales perfectos, de muleta muerta en el hocico, de toque sutil con la bamba de la franela, de tirar del toro con las zapatillas atornilladas en la arena, de alargar la embestida hasta el infinito enroscándose al toro y quedarse colocado para volver a torear puro, de verdad, sin ventajas. Como digo, es posible que exagere. ¡Bendita exageración! Estos días ha habido unanimidad con Diego: toreros, ganaderos, apoderados, empresarios, aficionados... Todos han cantado la extraordinaria temporada del torero riojano. Más corta eso sí de lo que posiblemente le hubiera gustado. Pero el año que viene todo debe de cambiar. Este torero tiene que estar en todas las ferias. En todas. Y no me vale eso de “qué buen torero es, qué bien y qué puro torea”, pero luego no le pongo en mis plazas. Seamos consecuentes. Toreros de este corte no hay muchos y aunque los auténticos aficionados no seamos mayoría actualmente, también tenemos derecho a paladear aquello que nos gusta y que soñamos día tras día. El choped cansa. El jamón de pata negra no; nunca...

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