miércoles, 15 de marzo de 2017

Las Escuelas...

Tras el impasse de hace quince días donde escribí algo que me ardía en el alma, retomo mis sueños utópicos con el que de momento cierra una colección de imposibles que a buen seguro yo no veré hacerse realidad en el tiempo que me quede por vivir. Hablaré de las Escuelas Taurinas.
Vaya por delante que no estoy en contra de ellas. Yo mismo en mis años mozos fui alumno de dos de ellas y algo sé de ello. Poco, pero algo sé. Es por ello que creo que las Escuelas Taurinas tienen sus aspectos positivos pero también hay alguno que otro negativo.
Evidentemente que las Escuelas son un filón de valores y educación para la vida cotidiana de tantos y tantos chavales que no tienen otro sueño en la vida más que ser toreros. Muchos de esos chavales van a encontrar ahí la educación y los valores que por diversas circunstancias no van a encontrar ni en sus casas ni en sus centros educativos.
Las Escuelas Taurinas han quitado a muchos de esos chavales de las capeas nocturnas, del carretera y manta con el atillo al hombro, del pasar hambre por esos pueblos de Dios en busca de una vaca vieja y toreada a la que dar cuatro muletazos mal dados sin menoscabo de perder la vida en ello. La Escuela les ha enseñado una técnica de torear que de otra manera habría sido muy difícil de conseguir a no ser que hubiera sido a base de porrazos y volteretas tal y como ocurría con los maletillas de antaño.
No obstante, generalmente en las Escuelas Taurinas no se deja rienda suelta a la personalidad de cada aspirante a torero. Muchas de ellas se basan en un tipo de torero y de toreo y "fabrican" futuros toreros hechos con el mismo molde, lo cual es un grave error. Una cosa es enseñar la técnica y otra cercenar la personalidad torera de un chaval para que interprete el toreo como el profesor o la filosofía de la Escuela quieran que lo haga. Y es que en ese sentido los toreros antiguos que no se formaron en las Escuelas de Tauromaquia le han tenido siempre ganada la partida a los actuales o futuribles toreros. La personalidad es algo que se lleva muy dentro, y aquellos toreros la plasmaban en su toreo sin nadie que les dijera que toreaban muy "tiesos" o que la mano que no torea había que ponerla aquí o allí.
Echo de menos hoy en día algún torero que no se haya forjado en una Escuela Taurina. Echo de menos algún que otro heterodoxo del toreo porque eso es necesario para que la Fiesta cobre interés. Me aburre tanta ortodoxia. Hacen falta toreros que se salgan de la norma, tanto si interpretan el tremendismo más absoluto como el más refinado concepto artístico de la Tauromaquia. Luego cada aficionado tendrá sus gustos e irá a ver a uno o a otros, pero de lo que no tengo duda es de que la Tauromaquia ganaría muchos enteros.
Debemos volver a la variedad de toreros de hace 50 años. Múltiples personalidades en el panorama taurino. Riqueza. Libertad de personalidad. Nada de normas sobre cómo interpretar el Toreo. ¿Utopía? Sí. Por supuesto. Y es que como digo siempre y vuelvo a repetir por enésima vez, sobre lo escrito ahí arriba, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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