jueves, 17 de agosto de 2017

Hasta pronto, genio

Escribo este artículo todavía incrédulo. Sin querer aceptarlo. Sin poder aceptarlo. Morante se ha ido. Así, sin más. Se ha ido. Por tiempo indefinido dice él. Nadie sabe lo que significa esa palabra fría y despiadada. Y nadie lo sabe porque puede ser un hasta mañana o un crudo hasta nunca.

Nunca me he tapado. Nunca me he escondido. Siempre he sido morantista a pesar de que a veces le he criticado. Pero un buen día logré entenderle. Logré meterme en su piel. Y entonces las críticas ya sólo fueron enfados pasajeros provocados por la decepción de no verle como yo quería verle. Pero los artistas geniales son así. Siempre han sido así. Se mueven por otro tipo de fuerza interior a la que la mayoría de los mortales sentimos. Se mueven por otro tipo de fuerza interior que la mayoría de los mortales no entendemos.
Se sobradamente que mi opinión es mía y que a tí probablemente te importe un carajo. Lo entiendo. Soy un simple aficionado que acude a la plaza a sentir. Y lo hago porque es mi forma de entender la Tauromaquia: con sensibilidad, eso que tanto falta hoy en día en cualquier ámbito de la vida y que en el caso de toreros como Morante de la Puebla es clave para poder entender todo lo que le rodea.
Y es que la clave para entender a Morante es precisamente la sensibilidad. Y se trata de tenerla o no tenerla para lograr entender su toreo, su forma de ser, su circunstancia vital. Para sentirle o no sentirle dentro. Pero esto es difícil de explicar y en consecuencia de entender, básicamente porque nada de esto sirve: hay que sentirlo allá muy en el fondo del alma, si es que se tiene. Y tiene que dolerte. Tiene que dolerte mucho.
No te voy a mentir: la retirada de Morante me parece una pesadilla. Y no voy a negar que desde que la anunció me despierto por las mañanas pensando que ha sido un mal sueño. Pero también reflexiono a cada instante y comprendo que quizás necesite descansar. Y es que hay una realidad obvia: a pesar de sus destellos y sus esporádicas tardes de triunfo, sus últimas temporadas no han sido todo lo buenas que cabría esperar en un torero de su categoría. Pero recordemos: Morante no se ha caracterizado nunca por ser un torero con gran suerte en los sorteos. Ahí están los datos. Pocas corridas ha actuado en las que el peor lote no se lo haya llevado él. Y esto no es una disculpa. Es una realidad. Una realidad que se ha sumado al motivo de mayor peso que ha argumentado para abandonar los ruedos. Unos motivos que quizás no han sido muy bien comprendidos por la mayoría. Y es que pienso que esos motivos tienen más del Morante aficionado que del Morante torero.
Doy la razón a todos aquellos que han dicho que él es probablemente el torero que menos se puede quejar en cuanto al ganado, los dineros, los compañeros y demás ingredientes de la Fiesta. Él lleva mandando en esos aspectos mucho tiempo y sería de una osadía tremenda reivindicar lo que ya tiene porque, no nos olvidemos, se lo ha ganado sobradamente en el ruedo durante veinte largos años como matador de toros. Es por ello, y me reitero, que creo a ojos cerrados que la huida de Morante es más una huida de aficionado que de torero.
Hace un año y, precisamente en El Puerto de Santa María, el torero de La Puebla del Río hizo unas declaraciones muy duras al micrófono de Movistar Plus sobre el toro que se está criando actualmente. Dijo que era una pena porque a los toreros de corte artístico y sensibilidad se los estaba cargando el toro tan desproporcionado que salía hoy en día. Y añadió que se estaba haciendo un toro para un torero de mucha técnica y pundonor y eso a él y a la mayoría del público actual le aburría. Y ahí hablaba como aficionado, al igual que lo ha hecho cuando ha denunciado el maltrato al que se le está sometiendo a los novilleros con ese novillo tan desproporcionado que se les está echando.
Posiblemente Morante podría haber seguido toreando a un nivel de mucha menor exigencia en cuanto a plazas, compañeros y ganado. Y estoy convencido que lo podría haber hecho y a buen seguro habría seguido llenando plazas. Pero su condición de aficionado a los toros le ha hecho abandonar y no querer ver lo que bajo su punto de vista está ocurriendo con la Fiesta.
El adiós de Morante ha sido por un cúmulo de circunstancias negativas que han terminado por minarle la moral. Su moral de aficionado. El ataque constante de los antitaurinos, los enfrentamientos entre los propios taurinos, entre los propios aficionados, su mala racha en los ruedos, la constante mala suerte en los sorteos, el toro a contraestilo, su aburrimiento al ver que ya pocas cosas de las que suceden en el ruedo le emocionan, el maltrato a los novilleros, etc. Razones con las que se puede estar más o menos de acuerdo, pero razones al fin y al cabo personales y muy respetables como las de cualquier otra persona, sea quien sea y llámese como se llame.
Nunca me cansaré de decirlo: Morante es un torero de sensibilidad. Y el aficionado debe tenerla para entenderle. Para sentir la belleza de su toreo. Yo te echaré de menos Maestro. Muchos te echaremos de menos. Ojalá ese tiempo indefinido sea un hasta pronto. Y si es un hasta nunca nos conformaremos con la nostalgia y el recuerdo. Tantos y tan bellos recuerdos. El capote de Dios. Las yemas de tus dedos. Las palmas de tus manos. Tu cintura. Tu armonía. El compás. El ritmo. Lo añejo. La torería. El arte. Tantas y tantas cosas tan difíciles de explicar. Pero ante todo una: la certeza de haber podido ver con nuestros propios ojos a un torero único e irrepetible. Uno de los artistas más geniales de la historia de la Tauromaquia. Y eso, Maestro, le aseguro que lo van a lamentar mucho nuestros nietos.
Gracias por tanto. Hasta pronto, genio.

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